Capítulo 9: Falsa Calma
- Aquí tiene un nuevo cargamento de municiones perforantes señor Giovanni. – el transportista entregaba el recibo a su mejor cliente con una marcada sonrisa. Últimamente había que extremar la precaución con el tráfico ilegal de armas en five city. Los proveedores, asustados, se marchaban a otras ciudades en las que el poder estuviese ya establecido. En aquellas calles, sin embargo, ser el suministro de un clan podía significar entregar tu cabeza al resto de mafiosos. A él le gustaba especialmente aquella organización. Silenciosa, perfectamente jerarquizada, con una gran estrategia desde el inicio, y con capos tan duros como el famoso Siciliano. Contento de su elección, estaba girando sobre sus pasos cuando…
- Perdona amigo. ¿Qué es esto de que nos recortáis las existencias un cinco por ciento? – Gio miraba atentamente la hoja con todos los datos bien anotados. - ¿A quién has comenzado a servir? – sus ojos se clavaban ahora enérgicamente sobre los atemorizados de su interlocutor.
- A… a… a nadie, a nadie Sr Kabrón… yo… no se a que se refiere…- debía de haber algún fallo de imprenta, un error que todavía tenía un precio por poner.
- Me refiero a esto – hizo ademán de señalar algo en el folio, y cuando el transportista acercó la cabeza, una bala le atravesó el cráneo desde el occipital hasta el frontal. Una mancha de sangre cubrió la hoja al instante. El cuerpo cayó muerto en la entrada del almacén, y se tardó un día en recogerlo expresamente, como advertencia a quienes quisiesen jugar con ellos.
Cincuenta robots de asalto arrasaban con el bosque que conectaba con Onizuka. A la cabeza de ellos, marchaba el androide fundador de aquella especie. Tres pies de altura de diferencia con sus subordinados, le daban un aspecto todavía más fiero que el que él mismo poseía. Sus pasos eran pausados, calculados, llevados a cabo por un sistema informático venido de otro planeta, y mejorado aquí en la Tierra. Iba en busca del Shinobi que se había negado a someterse a su bot de reconocimiento. Apenas dos millas le separaban de cobrarse unas cuantas víctimas humanas más.
El aire era cortado con el filo de la espada heredada por el anciano Luo Lan Zi. Su padre había entregado su vida al entrenamiento de las artes más oscuras de la familia. Wo_Misc_San podría considerarse el mejor samurai que había pisado aquella zona septentrional. Y sólo él conocía, que el guerrero que iba a superarle, siendo la única alternativa para la supervivencia de la raza humana… era su hijo.
El Sindicato del Crimen era un hervidero de llamadas. En los últimos días, habían mejorado las comunicaciones con la recién fundada Crack, y sus aliados Shinigamis. El talante del capo de aquel clan, era muy propicio a estrechar lazos y generar un poder digno de hacer frente a la amenaza del Este. Estaban pendientes de un último contacto con los orientales para mandar todas sus tropas a la muerte. Y su esperanza era, que al menos fueran capaces de superar la línea que establecía la Mansión Roja.
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