El sol dibujaba su forma oronda en aquél páramo. La patata valiente sonreía al viento que le hacía oscilar la capa, signo inequívoco de que alguna heroicidad se aproximaba.
Como pudo (hay que destacar que las patatas se mueven por una extraña deformidad que son capaces de imprimirle al terreno, una habilidad milenaria transmitida por los mayas) fue encaramándose al cerro más alto que tenía ante sí. Majestuosa oteaba el horizonte en busca de algún malhechor que aplacar. A las tres horas, recordó las palabras de su lugarteniente “halcón milenario”, las cuales no estaban faltas de razón: “Ei tu patata (acento catalán), te de decir una cosa. No quieras encontrar el camino en lugares desiertos. Ya sabes lo que digo. Deja de ir al páramo ese que está tras el estercolero, o volverás aburrida como todas las tardas.” Sabio consejo que siempre se repetía en su vida cuotidiana. Giró sobre su rastro de tubérculo, y comenzó a rodar torpemente para volver a la ciudad. Llevaba descendiendo unos treinta minutos, entorpecida por obstáculos que la hacían encallar, cuando algo la sacó del frenesí rotatorio. Una silueta delgada yacía apostada a unos centímetros. (comprender que esta historia sucede a una escala menor de lo normal). El espárrago Saruman la desafiaba con su bastón de mago. Había aparecido de la nada, y se aferraba a su cayado dejando caer su figura sobre un lado del mismo. La patata valiente le conocía. Se había leído la trilogía del Señor de los Anillos unas quinientas veces, y esto se sumaba a un fuerte trastorno de personalidad que le hacía presentarse como cualquiera de sus personajes. Ésta vez, era el mago blanco. Con una voz ladina dijo:
- Heme aquí con el tubérculo que reconquistará el huerto de los hombres. La batalla hace mucho que está perdida. – Sus ojos se apesadumbraban – la alcachofa transgénica está reclutando a todos los guisantes del reino. Vendrán en hordas de cientos de miles. Haríamos bien en unirnos a su causa. – sonreía malicioso, interpretando a la perfección el papel. La patata blandió su espada desafiante antes de contestarle.
- No hay vaina que suponga un impedimento a nuestra victoria. Estoy dispuesta a dejar todo mi almidón en el campo de batalla si es necesario. – seguía marcando la pose, a pesar de haber terminado de hablar hace tiempo.
- La hora está marcada. – lanzó una bomba de humo y desapareció de la escena, con el mismo misterio que había llegado.
Patata valiente siguió rodando preocupada por esta última revelación. El huerto de los hombres estaba en sus manos, y visiblemente en peligro. Necesitaba del consejo de halcón milenario para dar el siguiente paso. Unas nubes negras cierran su escapada por el abismo, premonición de tempestades.
1 comentario:
Que vaig a dir de mi pequeña...
Eres un crack, Enr!!!
Vamos a salirnos con la PATATAAA!!!
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