miércoles, 14 de noviembre de 2007

Hst sv 5, relato n.1

Relato 1: El nacimiento

El sonido de una vieja radio se le pega en las mejillas. Abre la puerta con poco esfuerzo al estar arrancada de marco y bisagras, y entra en el local. Su familia le había dado instrucciones muy claras acerca de su misión en aquella ciudad. Unos cuantos pasos le empujaron con el crujir de la madera abombada hacia la trastienda. El humo de su cigarro sirvió de presentación. En una mesita gastada, dos hombres de ascendencia oriental, y otro de apariencia nerviosa, disfrutaban del silencio que causa el terror. Su gabardina le tapaba el rostro, evitando mostrar la sonrisa velada que empezaba a dibujársele. Al fin les había encontrado.

Lejos de allí, al otro extremo de la ciudad, un maestro y su aprendiz arrastraban un ruido metálico hacia una fábrica abandonada. Llevaban más de diez minutos sin observar vida humana. Habían elegido un enclave maldito para establecer su base de operaciones. Un lugar que no podía pisar ningún ser vivo, sin caer enfermo inmediatamente. Con cada paso que daban, una neblina verde les apretaba los talones. Una atmósfera que a esta pareja de asesinos reconfortaba enormemente.

En plena efervescencia comercial, five city echaba raíces podridas de extorsión y miedo. El mercado era otro lugar clave al que no acercarse sin invitación. Los mercaderes conocían perfectamente al grupo de 5 hombres que se paseaba de un lado a otro, buscando miembros a los que reclutar. Las frutas de los estantes siempre estaban frescas. La carne nunca se pasaba. El pescado era el mejor de todo el país. Todo era perfecto para aquellos diplomados del crimen, y debían establecer hegemonía lo antes posible.

Cuenta la leyenda, que la zona maldita de la ciudad, fue tan sólo la prolongación de una gran matanza. Un cementerio al que escapar, si no tenías invitación en el infierno. Y dicen los más viejos del lugar, aquellos que lloran tan sólo con imaginar lo que pudo suceder, que hay una puerta. Una vieja mansión limítrofe con el terreno envenenado. Una fachada pintada con la sangre de todos los asesinados en el pasado. Habitada por híbridos medio humano medio demonio, inunda de gritos de dolor las noches del Boulevard maldito. No morir es tan sencillo, como no acercarse a la puerta carmesí. Y allí adentro, se agitan inquietos los miembros de la banda mercenaria más difícil de controlar. Esperando a una gabardina que les diga hacia donde matar.

En una cabaña de las montañas, un ninja dormía plácidamente esperando su momento. Situada detrás de la fábrica abandonada, era frecuentada por otros tantos shinobis que querían enriquecerse de los conocimientos de este hombre tranquilo. Su ubicación fue clave en un futuro. Su determinación sin embargo... todavía está por contar.

Un taller desgastado por el desuso servía de almacén de armas y municiones. Tres hombres contaban una y otra vez todo lo que disponían en propiedad para llevar a cabo su cometido. Jugueteaban con la pólvora, masticaban casquetes de bala mientras esperaban su oportunidad. No tenían ninguna prisa en darse a conocer. La compañía de tanto poder de ataque era más que suficiente consuelo por el momento.

La tarde caía en una de las calles más frecuentadas. El Boulevard Pampryl soportaba estoico los pasos de la ajetreada ciudad. Tiendas de licores, estancos, librerías, pequeños comercios locales… todo tenía cabida en aquél paseo. Incluso de vez en cuando se podía encontrar a dos hombres perdidos, molestando a los viajeros con súplicas de limosnas, con hambre carente de responsabilidad, incomprendidos en su extraña suerte de vida. Y desde una tienda de la new age, unas rastas reían cada vez que los observaba arrastrarse empapados en vodka y ron.

Otras tantas plazas eran ocupadas por nacionalistas en busca de poder, familias rotas reclamando venganza, clanes ancianos buscando ser restaurados… y una infinidad de corazones libres a los que extorsionar hasta la extenuación. Al fin y al cabo aquella era una ciudad contaminada por la mafia. Una historia por contar, muy distinta de lo que cabría esperar.

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