miércoles, 14 de noviembre de 2007

Hst sv 5, relato n7

Capítulo 7: Propaganda

La imprenta del Boulevard “Republique” trabajaba a marchas forzadas. Millares de cuartillas con propaganda política, eran escupidas de forma frenética por aquella maquinaria. Pitel se encargaba de que aquello no se convirtiera en un absoluto caos. Su melena rizada, se empapaba de sudor con cada jornada de 18 horas que tenía asignadas. Mas su capo había sido muy claro. “Aquí en SDC, no tenemos la fuerza necesaria como para hacer frente al ejército bot. Nuestra función va más allá de toda esta violencia gratuita, en la que nos vamos a ver inmersos por los pactos que nos atan a CV. Vamos a liarla camaradas.” Recordó la sonrisa maliciosa que se formó al terminar la frase en los labios de Gorka. Le respetaba. Había entablado una buena relación con la mansión roja, y merecía la pena tenerles de tu parte por lo que pudiese ocurrir en un futuro no muy lejano. Apareció en su mente la locura que se adueñó de Majere al saber que se avecinaba una guerra. No tuvo más remedio que echarse a reír, a pesar de estar solo.

Majere llevaba tres días seguidos repasando conjuros que creía haber olvidado hace mucho. La mano translúcida, temblaba nerviosa bajo la túnica, ayudando a concentrarse al mago. No podía aguantar más. Sabía que posiblemente muriese en el primer combate en el que participase, y esto no hacía sino que atraerle más todavía. Discutía a voz en grito con su segunda voz interior…

- ¡Te he dicho que era Gozak du Baderikaz! ¡Nada de Gokaz du Baderizak! – se apretaba el cráneo antes de contestarse a sí mismo.
- ¿¡Pero estás loco?! ¿Cómo va a ser Gozak du Baderikaz? ¿Acaso quieres hacer aparecer un puñado de reses en el campo de batalla? –la parte más crítica de su personalidad bipolar, le hablaba por la comisura de los labios, convirtiendo toda decisión en algo muy problemático.
- ¡O me haces caso, o me pongo a buscar algún conjuro para sacarte de mi cuerpo!- dicho lo cual, se propinó un puñetazo en la mejilla y todo pareció volver a la realidad.

En aquel momento, un hombre corpulento entró en la guarida encantada, observando algo confuso el comportamiento de su camarada. Las antorchas le hacían parecer un gigante al lado del enclenque Majere. Y ciertamente, Carrita era enorme estuviese con quien fuera. Sus brazos bien podrían haber sido el torso de aquel mago translúcido, y una de sus manos podía cogerle la diminuta cabeza. Sin embargo, no estaba exento de inteligencia a pesar de su aspecto de guerrero total. Y algo le preocupaba hacía tiempo. Unas dudas difusas acerca de SDC iban y venían en su subconsciente, y gracias a gente como aquél loco al que había ido a visitar, podía entregarse en la batalla sin sentirse inútil. Un fogonazo lo sacó de su estupor, y al momento pudo ver una túnica ardiendo dirigirse hacia el pozo interior. Carrita comenzó a reír con fuerza, y el eco de aquella cueva no hizo más que acrecentar el efecto cómico de sus carcajadas.

En la sede central de la alianza, dos amigos paseaban tranquilamente por los pasillos. Un hombre con bombín, dejaba escapar tirabuzones rizados que le tapaban el rostro. Su colega leía una y otra vez la lista de objetivos, buscando algún error que subsanar. Pasaron frente a una puerta entreabierta, en la cual dos hombres de acento sudamericano discutían por lanzarse contra el bot de mayor poder. Les miraron con incredulidad y siguieron avanzando. Sus pasos iban una velocidad por debajo del mundo. Su mente compensaba este déficit de voluntad.

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