miércoles, 14 de noviembre de 2007

Hst sv 5, relato n8

Capítulo 8: Fecha de caducidad

Wo miraba atentamente el reloj de pared que había heredado tras la muerte de su padre. Las horas pasaban muy despacio últimamente. Llevaba dos días intranquilo, esperando que se presentara de nuevo la pieza clave en su guerra contra la amenaza androide. Indhata se paseaba por el salón jugueteando con una beretta. Habrían deseado ser ellos quienes hiciesen esperar. Todo se volvía muy complicado cuando no sabías como actuar. El péndulo oscilaba con la mirada rasgada del oriental. Se estaba retrasando.

Unas calles más al oeste, una agrupación de mafiosos venidos de muy lejos terminaba de establecer la asociación entre Crack y Shinigamis. Sus locales respondían al objeto de panadería y carnicería, y sus trastiendas al de sala de tortura. Con apariencia afable, la cabeza visible de aquella organización disfrutaba con el respeto que le profesaban sus semejantes. Se paseaba orgulloso entre los Boulevard vecinos, comentando las frases justas a las personas indicadas, para correr la voz de lo que allí estaba naciendo. No tenía demasiadas esperanzas en que aquello fuera a resultar, y por eso mismo, el tiempo era un bien muy preciado que administrar. Debía aprovechar la efervescencia de la situación, para reclutar a todo infeliz en busca de futuro. Usar el último aliento de aquellos viejos mafiosos que le habían acompañado desde Sicilia, para nutrirse de sus enseñanzas y guardar un poco de cada uno en su interior. Se había hecho con un buen pedazo del poder huérfano que quedaba en five city, mas para él, era una suma insignificante ante lo que esperaba conseguir. Todas sus cábalas giraban en torno al único impedimento que crecía en el Este. La causa de sus pesadillas, y por ende, de las de toda la ciudad. Por ello, había movilizado a toda fuerza emergente con un mínimo de honor y lealtad, para acotar lo máximo posible el alcance de la nube envenenada. Ciertamente las cosas se estaban complicando en los últimos días. A pesar de la aparente majestuosidad de su recién creado imperio, la inactividad y el desánimo de los únicos miembros capaces le hacía sospechar una pronta retirada. Tenía que planear algo más allá de la inminente guerra si quería alzarse como dominador de aquellas calles. Y en ese plan entraban de lleno los orientales.

Un viejo envuelto en joyas llamó a la puerta de la mansión roja envalentonado. Iba escoltado de dos hombres de apariencia sudamericana, que daban rápidos vistazos a ambos lados de la calle, como si les hubieses puesto sobre aviso de que algo se estaba cerniendo sobre ellos. Nadie contestaba. Volvió a golpear el pomo, y un alarido sonó como respuesta. A los pocos segundos, un hombre empapado en sangre abrió la puerta enfurecido.

- ¿¡Qué quieres insignificante humano!? ¿Acaso no sabes que venir aquí por tu cuenta es sinónimo de muerte? – Mané descargaba su ira contra su visitante. Un enfado propiciado al interrumpirle el almuerzo simplemente.

- Vengo representando al Sindicato del Crimen. Me hago llamar El Padrino. – su gesto parecía no querer (o no poder) comprender la gravedad de la situación.

- ¿Crees que me importa? – un portazo fue suficiente estímulo para hacerles abandonar por aquella vez. Los tres hombres se miraron un poco confusos, sin saber muy bien a quién habían confiado sus armas en el campo de batalla.

1 comentario:

DocKarax dijo...

Ya que estoy aprovecho para pedir a los TRIADA$ q se pongan en contacto conmigo ya que es jodido escribir su parte de la historia con la carencia de información actual!!!

Un saludo xD