martes, 8 de febrero de 2011

William & Wallace... Dos no son multitud (primera parte)

La incipiente cabellera oscilaba lentamente con el viento, marcando su perfil cetrino en el horizonte. La perilla perfectamente recortada se ajustaba a su gesto de preocupación. El sombrero de ala ancha bien calado, y las botas de vaquero por montera.
Un personaje anacrónico y anácroto, veía con serenidad como la tarde caía en el embarcadero de Ruginesti, a orillas del lago Izvorul Muntelui.

Podría engañaros, y deciros que Rumanía Central es uno de los parajes más bellos del planeta, pero sinceramente, era una soberana miércoles. (En Rumano, miércoles= mierda)
Días aburridos pintados de verde oscuro, seguían a otros tan grises como el dicromato potásico. Los árboles quedaban en grupos de cinco o seis, aquí y allá. Pero poca cosa, casual. De vez en cuando una vaca, o media carretera, que se esforzaban por edulcorar la sosería supina del lugar.

Y allí estaba, apartado de cualquier esperanza de entablar contacto con la sociedad, un exmilitar amante de la literatura llamado Juan Carlos Rodríguez Gimeno. A sus treinta y tres años, vivía una fuerte crisis de identidad, que sabía sólo iba a poder superar cuando sobrepasase la edad de Cristo. Todavía faltaban unos meses para cumplir los 34, y su largo peregrinaje, iniciado un día como otro en el que pensó que podía ser Jesús de Nazaret; le había llevado hasta la pequeña aldea del lago.

En unas semanas había aprendido el dialecto local, cazado el primer mapache nigeriano y dominado la receta de testículos de cabra. (en la que la dificultad residía en la falta de los mismos).

De hecho, nuestro héroe era un ganador (otra de las razones que apoyaba su posible destino de Mesías), hábil aceitunero y feroz buscador de piedras grises. Rocas sin característica alguna. De esas que sólo con dar dos pasos te encuentras miles. De las que llegas a exclamar: "Oh Dios cuánta roca joder, oh por favor, ya está bien". Exactamente de ese tipo de mineral. Incluso les ponía nombre a cada una de ellas.
"Oh, hola sombrero setecientos cuarenta y ocho Stevens... ¿cómo está la familia?" ´(Setecientos cuarenta y ocho Stevens era una piedrecita que estaba pasando un mal momento, ya que su madre parecía estar degenerando en gravilla, y no encontraban la cura).
Conocía a más de un millón de pequeñas rocas, y recordaba todos sus nombres. Otra habilidad digna de entonar un "pater nostri que en los cielos te encontri".

Los lugareños intentaron reconvertirle al palmismo (culto consistente en aplaudir cada vez que querían pedir algo a Dios), pero comprometido como estaba con su posible futura misión, decidió seguir observando con indiferencia la estúpida letanía de gente aplaudiendo a un lado y a otro.
Mas no se podía decir que no estuviera integrado. Vivía en unos maderos cerca de las pequeñas canoas que flotaban como hojas secas en un charco sin agua. Y hacia ellos se retiraba, después de no haber pescado ni medio lémur inglés.

Sin duda era una época difícil para esperar a que Dios decidiese darle una señal, y más en aquel paraje perdido de su misma mano. Barro, matojos, y la compañía de Horóscopo treinta y cinco marfil y Bibiana sesenta de Madagascar (dos de sus rocas favoritas), era todo lo que tenía.

Terminó de avivar el fuego tal y como le habían enseñado en el ejército (lanzando a su interior tres ejemplares del diario de Ana Frank), y se dejó caer en el frío suelo, tapándose con los maderos que tan poco le cobijaban. Reposó la cabeza sobre hojas de sauco, y comenzó a discutir con sus acompañantes, deseando que le asaltase el sueño.

Juan Carlos: Bibiana, hoy estás especialmente hermosa.- suspiró.- Me recuerdas a una prostituta tailandesa que conocí en San Petersburgo.

Bibiana 60: ....

Juan Carlos: ¡Lo sé lo sé Horóscopo! - murmuró por lo bajo.- Estúpido celoso.

Horóscopo 35: .....

JC: ¡Ah claro! ¿¡Ahora es culpa mía que tu mujer vista como una puta!?-

Bibiana 60: ....

Horóscopo 35: .....

JC: De verdad, no sé como os soportáis. ¡Vuestra relación está basada en una mentira! - les lanzó cenizas todavía calientes.-

Bibiana 60: ....

Horóscopo 35: .....

JC: ¿Os pensáis que no os escucho cuchichear en silencio? -

Bibiana 60: ....

Horóscopo 35: .....

JC: No sois ni la mitad de agradables que cabellera de mapache sesenta y cuatro Johnson y luna llena mil siete. - miró al cielo - Ellos si que eran una pareja con quienes discutir de las lindezas de la vida cotidiana.

Bibiana 60: ....

JC: ¡¿Cómo?! -

Bibiana 60: ....

JC: ¡No, no! ¡Repite eso ahora mismo! - se había levantado colérico.

Bibiana 60: ....

JC: Tu mujer tiene mas huestes que tu, Horóscopo. (En Rumano, hueste= huevos). -

Horóscopo 35: .....

JC: Mira Bibiana, conozco a un par de pizarras de buena familia que podrían interesarte.- reflexionó.- Eso sí, deberías ir más recatada.-

Bibiana 60: ....

JC: ¿Hablas en serio? -

Bibiana 60: ....

A Juan Carlos se le iluminó la mirada. Se acercó distraídamente a las dos piedras, y con un movimiento brusco, se hizo con una de ellas y la lanzo lejos en el mar mientras gritaba.

JC: ¡Siiiiiiii! ¡JAJAJAJAJA! ¡Hasta luego Horóscopo! - abría los brazos mirando al horizonte sobre el que caía la luna.- ¡Ahora los renacuajos te usarán como pista de patinaje! ¡La más baja humillación posible!- al tiempo que se jactaba del final de su conocido mineral, un par de ancianas aplaudían en silencio en sus casas.

Horóscopo 35: .....

JC: ¡Oh! ¿¡Qué haces aquí!?- se agarró la cabellera asustado .- Entonces... ¡Bibiana! -

Horóscopo 35: .....

JC: Si te soy sincero me alegro de haberla lanzado. Nos iba a dar problemas.-

Horóscopo 35: ....

JC: ¡Joder y yo también la amaba! -

Horóscopo 35: .....

JC: No pienso hacer nada. Ve tu mismo a buscarla .- dicho lo cual se volvió a tumbar y cerró los ojos, intentando conciliar el sueño.


A unos metros, una roca permanecía invariable ante las acusaciones del hombre. La misma pose que los últimos dos meses. Horóscopo 35 de marfil era un fiel conversador.
Finalmente, JC cayó en un estado de sueño ligero, mezcla de arrepentimiento por Bibiana y preocupación por como amanecería para Horóscopo sin ella.


La noche avanzó sin demasiada prisa. Sacando animales del bosque de sus hogares, organizando redadas de cereales y limpiando con rocío a todo aquel que hubiera humidificado sus mejillas antes de acostarse. Llegada la madrugada, Horóscopo 50 impactó sorpresivo sobre uno de los tablones que cubrían al vaquero. Éste dio un respingo, y adoptó la pose "ataque nocturno felino tuerto", que en tantas ocasiones le había salvado la vida. Un hombre le miraba con curiosidad, con el gran lago a sus espaldas.

Desconocido lanza piedras a tablones: Hola. Vengo a salvarte.- pensó con detenimiento sus palabras, mientras JC lo admiraba en silencio.- Mi nombre es Jesús. Jesús Valle Conrado.

No hay comentarios: