La tarde avanzaba ajena a las vidas de los estudiantes. Impertérrita, desplazaba los segundos, minutos y horas, alrededor de una estrella que se quería consumir. Aburrimiento generalizado, sonido de hojas volteándose, alguna garganta inflamada reclamando protagonismo, y bolígrafos rodando por las frías mesas. Pero poco más. Hasta el cerebro de un participante en un reality show, tenía más actividad que el interior de la biblioteca aquella tarde. Exageración anotada y revisada. Crítica destructiva necesaria. Licencia expedida.
Aure contemplaba con recelo lo poco que se movía cerca de él y de Martin. No dejaba de pensar en la revelación que había hecho Sonia, poniendo en peligro al pobre estudiante disecado. No se permitía sentirse culpable, aunque en el fondo sabía que parte de culpa le pertenecía. Habían alterado todo aquello que antes era inmóvil, sencillo y rutinario. Siempre había consecuencias.
Sonia había despertado con la conciencia martilleándole también. Prefería no haber escuchado nada. Querría estar al lado de Aure y Martin, y esperar que los acontecimientos lo pusieran todo en su sitio, como siempre había hecho. Esperar. Observar una derrota tras otra. Pero sin arriesgarse a perder. Cuando lo hacías, siempre había consecuencias.
Lorena añoraba al bibliotecario. No sabía ni el cómo, ni el porqué. Un flechazo adornado con las dosis justas de heroísmo y locura, la habían cautivado. No quería reconocerlo, pero era la primera vez que se exponía a poder enamorarse. Y por muy vieja que se fuera, tras tal insensatez, siempre había consecuencias.
Luis Eduardo miraba el techo. El cuello comenzó a dolerle y movió las cervicales de un lado a otro esperando aliviarse. En el giro hacia la derecha, vio como un lápiz pedía auxilio en el suelo. Se agachó para rescatarlo, y al volver la cabeza, vio las partes íntimas de una compañera de proporciones hípicas. Y épicas. Ese era el riesgo de mirar el techo, siempre había consecuencias.
Paris vino a romper el frenesí de actividad. Llevaba tiempo pensando en cómo volver a abordar a Aure. Necesitaba que de una vez entrara en razón, y si no actuaba pronto, la situación pasaría a no tener retorno. Vio como Rex y su amigo admiraban las maravillas del nuevo portátil, y supo que no advertirían su ausencia. No obstante, se levantó como lo haría una hoja con el viento. En pocos segundos estaba frente al sorprendido chico de gorro rojo.
Paris: Tenemos que hablar.- Luis Eduardo seguía girando la cabeza observando las diferentes esquinas del techo. Lorena ponía un oído en la conversación, pero sin dejar de lado su aventura. Sonia caía dormida.
Aure: ¿Por qué?- había esperado este momento toda la mañana.- ¿Rex no es lo suficientemente hombre para empollar una bola de ciprés? – es lo mejor que se le había ocurrido tras pensarlo detenidamente. Ciertamente, estaba muy preocupado por Martin como para ser ingenioso.
Paris: ¿Cuándo vas a hablarme en serio?
Aure: Siempre lo hago.- se sintió ofendido.- De hecho, esta es TODA mi seriedad. – señaló una pelusilla de su gorro rojo y se la comió.
Paris: Pues hablemos tu idioma.
Aure: ¿Cómo?-
Paris: ¿Qué pensarías si te dijera que un mapache sin pinturas de guerra no puede establecer tácticas de campo por la falta de pulgares?- el tono de la interrogación fue decayendo, demostrando que no tenía la más remota idea de que estaba diciendo. Sin embargo, y para sorpresa de la mujer, hizo su efecto.
Aure: Que hablase con los castores. Son grandes estrategas, y unidos bajo la misma bandera, temibles-. Contestó con la mayor franqueza que pudo.
Paris: Resulta que los castores tienen un líder muy orgulloso. Comedor de abedul y nadador de deltas vírgenes.-
Aure: Entiendo… Suele ocurrir con los castores, que de forma cíclica, llegan al poder personajes demasiado orgullosos. – Se paró para reflexionar.- La virtud está en encontrar que motiva su ego.
Paris: Pensé que mantener la presa sin fisuras era suficiente para cualquier castor…- se daba un respiro, necesitaba acostumbrarse a aquello.
Aure: Para el australiano sí. El suizo, sin embargo, recela de cualquier orilla que no haya transitado. Y ya no hablemos del eslovaco…-
Luis Eduardo: ¿Es sobaco?-
Aure: Es axila.-
Luis Eduardo: ¡Ah! Menos mal…-
Paris: … - perdía la esperanza de llegar a conseguir algo.
Aure: ¡No obstante!
Paris: ¿Qué?-
Aure: ¿Cuáles son las motivaciones del mapache?- parecía tener una idea preclara de lo que quería decirle la chica. Ésta supo que tenía que afinar con la respuesta.
Paris: Ocultarse para encontrar la puerta trasera del cubículo de serpientes.-
Aure: ¡Serpientes! ¡Sabía que hablábamos de ellas! –
Luis Eduardo: Estaba claro.- seguía girando la cabeza.
Aure: Pero quería asegurarme.- miró algo contrariado al chico.
Luis Eduardo: Bueno, a mí me lo ha chivado Martin. Pero me daba vergüenza que se me notase.-
Martin: (gesto compungido y pensativo, una larga lista que memorizar por delante).
Paris: Hablando de Martin… - era su oportunidad.
Aure: ¡Chst! Nunca menciones a las serpientes y cambies de tema. Un viejo manuscrito sobre vudú húngaro nos advierte sobre ello.-
Luis Eduardo: Lo estuve leyendo ayer.-
Aure: ¿Y qué tal?
Luis Eduardo: Muy bien, gracias.-
Aure: De nada.-
Paris: Puede que Martin esté relacionado con las serpientes.- hizo una pausa para enfatizar sus palabras.- Puede que esté en el cubículo.- Aure dio un respingo.
Aure: Martin está aquí. Mírale que expresión más viva, que brillo en sus ojos.- se convencía tocando el brazo de su compañero.- Está a lo suyo como de costumbre... pero no le veo sufrir el acoso de serpientes. Definitivamente no. – suspiró aliviado.
Paris: Pues sí que hay serpientes que quieren sacarlo de AQUÍ.- miró hacia la puerta de la biblioteca, todavía sin cambios.
Aure: ¿Pero no decías que estaba en el cubículo?-
Paris: Todos lo estamos.-
Aure: Eso es absurdo. Esto no es un cubículo de serpientes. Mira la cantidad de libros. De todos es sabido el odio que tienen los reptiles por la prosa. – negaba continuamente.
Luis Eduardo: Y por la poesía. No olvidéis que el arte mayor es una de sus principales frustraciones.- apuntó con algo de untuosidad.
Aure: Lo desconocía.- quedó pensativo.
Luis Eduardo: Sí, sí. Endecasílabo el reptil que muere por servil. Eso pone en sus tumbas.-
Aure: Bien pensado, es lógico.-
Paris no podía soportarlo más. Ni ella misma sabía ya que quería decir. El chico que tanto se vanagloriaba de su recién recuperada amistad con Martin, parecía no estar dispuesto a escuchar toda la verdad. Era cansado y arriesgado enfrentar su relación, con la cuenta atrás que se había detonado el día anterior. Había que dejarse de dar rodeos.
Paris: Aure, si no hablas con Rex, Martin está perdido.- Luis Eduardo cejó su movimiento, Lorena cerró el libro y Aure pasó a mirarse las manos, avergonzado.
Aure: No hablamos el mismo idioma. – suspiró.- Él juega al golf con las pelotas que yo uso para construir universos.-
Paris: ¡Nadie sensato habla tu idioma!-
Aure: Luis Eduardo, ¿las isobaras son indicadas para la pasta al dente?-
Luis Eduardo: Depende de si las albóndigas están bajo el influjo de un anticiclón.-
Aure: Ahí lo tienes.- mostró con orgullo a su amigo.
Paris: ¡Pero es un descerebrado!- señalaba incrédula al chico de corrector dental bizarro, que había retomado su oscilación contemplativa de todo lo que estaba sobre sus cabezas.
Lorena: Coincido. –
Sonia: ¿Qué sucede? – despertaba en los momentos álgidos. Un sexto sentido narcolépsico.
Paris: Sonia, a ti te escucha. Dile que arregle lo sucedido con Rex antes de que ya no haya vuelta a atrás.- las dos mujeres se observaron. Lentamente. Escrupuloso escrutinio de las motivaciones de cada una.
Un silencio travieso pasó a envolverles a todos. El contrapunto de realidad, que quería rescatarse a sí misma del flujo de la discusión. Lorena y Luis Eduardo aguardaban en un segundo plano, visto que Paris había recurrido a su última esperanza de conseguir un acuerdo. La pirata sin embargo, acaparaba el protagonismo. Sabía la verdad sobre Martin, y también entendía que Aure no quisiera verla. De hecho, era demasiada responsabilidad para ella. Un sueño terrible la asaltó, y en pocos segundos dejaba de ser una baza para Paris.
Paris: Oh joder. –
Aure: La has presionado mucho. Su mente es frágil, necesita descansar.- se levantó y acarició con dulzura el pelo de Sonia. Un ligero remordimiento recorrió a Paris, que decidió negarlo gritándole.
Paris: ¡Desisto! ¡Tienes lo que queda de tarde para despedirte de Martin! – no esperó réplica alguna. Su figura se balanceaba graciosa mientras se alejaba de la escena. Aure se separó unos metros de la corsaria, en un vago intento de detener a Paris. Demasiado tarde, demasiado orgullo. Volvió a su asiento, bastante confuso y preocupado por Martin.
El día quería llegar a su fin, mostrando el incesante goteo de alumnos que abandonaban las salas. Las estanterías vaciándose y Gertrudator haciendo lo pertinente con el cargador. Hoy todavía no había mutilado a nadie. Una mala racha.
Lorena no dejaba de darle vueltas al conflicto en el que la tenían inmersa. Su tranquilidad pintada de gran cetáceo albino, la devoraba y la asfixiaba en una pequeña isla instalada en el estómago de sus novelas. Sabía que era un viaje sin retorno, el dejar entrar al anhelo al mismo nivel que el resto de decisiones conscientes. Pero no podía olvidar a JC. Su única forma de recuperarlo era protegiendo a Martin. Tenía que actuar.
Lorena: Veo lo poco que aprecias a tu amigo.- Aure cada vez estaba más apesadumbrado. Perdido.
Aure: A usted que más le da.- en el fondo, la niña vieja sabía que tenía razón.
Lorena: A ti te gusta esta chica con la que discutiste. ¿Me equivoco?-
Aure: ¿Puede volver a la lectura? No sé a dónde pretende llegar.- No iba a permitir que le molestasen más, y menos de forma gratuita.
Lorena: No, gracias a vosotros no puedo volver a mis libros. Ojalá pudiera.- reflexionó sobre la carga de sus palabras.- Pretendo salvar a Martin, hacerle ver a la chica lo equivocada que está con el estúpido de gafas verdes y recuperar a Juan Carlos. ¿Ha quedado meridianamente claro niñato?- Aure recibió la bofetada torciendo el gesto.
Luis Eduardo: Las personas mayores no dicen tacos.-
Lorena: Vete a la mierda anormal.-
Luis Eduardo: ¡Anormal! – Respiró para no contestar.- Así sólo me llaman en casa, está prohibido que me lo digan fuera… - una punzada de dolor recorrió a ambos.
Lorena: Oye, lo siento. Por favor, necesito que los dos colaboréis.-
Luis Eduardo: ¿Es divertido?- ya había olvidado lo sucedido segundos antes.
Lorena: Claro que lo es. Es muy divertido. – le guiñó un ojo.
Luis Eduardo: ¡Ohhhhhh! ¿¡Has oído Aure!? – respiraba entrecortadamente.- ¡Es MUY divertido! – Aure hacía como que no les escuchaba. Seguía perdido entre Martin y la larga cabellera rubia.
Lorena: ¿Y bien?-
Aure: …- tragó saliva y orgullo.- Le escucho.
Lorena: Así me gusta.-
Luis Eduardo: ¡Bien! ¡Yo también le escucho! Bueno, aunque no quisiera, como estoy tan cerca la escuchaba igualmente.- puso cara de evidencia.
Aure: Eso es lógico, gran puntualización amigo.-
Luis Eduardo: Gracias, en ocasiones no controlo mis pensamientos.-
Lorena: Ya…- se rascó la frente.- Os voy a contar que haremos mañana si pretenden llevarse a Martin. Acercaros.
Los dos chicos atendieron confidentes a la niña vieja. Sonia seguía durmiendo, y la biblioteca quedándose sólo con sus asistentes más fieles. La tarde disparaba horas con la velocidad de quien necesita volver a su refugio entre las montañas. Esconderse en el horizonte hasta el día siguiente.
Volde se fue el primero, mostrando una sucia sonrisa a la mesa de Martin. Su pelo graso era adornado con un acné rebelde, que poco dejaba a buen recaudo en su rostro. Una sudadera oscura llena de pequeños agujeros (todos menores a tres chinímetros), conjuntaba con el vaquero gastado y las botas raídas. Incluso podría decirse que de él emanaba un hedor a pantano camboyano. Aunque se pueden decir tantas cosas, que es aventurado afirmarlo.
Al poco, Rex aferró la cintura de Paris, mostrándola orgulloso por toda la biblioteca. Su interés por la chica oscilaba dependiendo de con quién estuviera. Ella, parecía no advertirlo, o no querer hacerlo. A la postre, mismo resultado.
Pasaron cerca de los chicos como acostumbraban. Altivos y sonrientes. Cualquiera hubiera dicho que ninguna preocupación les azotaba, excepto por el momento en el que Paris vio como Aure le negaba su presencia. Un poco de tristeza para adornar tanta falsa complicidad. Precio justo tras intenso regateo.
Esta vez Aure fue el último en abandonar la sala. Lorena y Luis Eduardo habían repasado todo lo comentado, cómplices de nuevo. Sonia marchaba sin entender nada, pero con unas cálidas caricias que su inconsciente si había registrado. Aún podía huir un poco más.
Gertrudator apuntaba con desgana a Aure mientras éste recogía sus pertenencias. El chico de gorro rojo, pensaba en las innumerables ocasiones en las que había fallado a la gente que se preocupaba por él. Veía a Martin como un último bastión al que defender. Se resistía incluso a abandonarlo aquella tarde, pero no estaba en su mano decidir sobre ello.
Dio unos pasos y un ligero gemido le hizo detenerse en seco. Fue un breve “ahhh” que sonó a su espalda. Allí donde solo estaba Martin. Iba a girarse cuando un disparo pasó silbando en sus oídos. Aterrorizado, captó la indirecta y dejó atrás a su compañero disecado de biblioteca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario