El frío marcaba las facciones de los artistas que habían salido a encontrarse con la noche. Una capa alargada, enrojecida por la vileza de sus enemigos caídos se arrastraba por eleven city con parsimonia. Seguido de un guerrero con la cara garabateada con motivos tribales, el anciano arrastraba su espada dolorido por las numerosas contiendas. Su vista perdida marcaba los tiempos de su pensamiento. Iba de William hacia Kalua, de éste a Lex, y más allá al encuentro de sus camaradas. Los había reunido a todos con un motivo especial. La dureza de los asistentes a tan peculiar reunión, tensaba el gélido viento que los acompañaba. El gesto serio y sereno del Doctor se posó sobre su acompañante. Enfurecido, rojo de ira, William cerraba sus manos sobre ambas espadas mientras dibujaba círculos en la roída carretera. Alargó el cuello hasta Kalua. Un asesino entrenado por la vileza de demasiados golpes se mostraba distante mientras jugueteaba con la mágnum parabellum, que pasaba con rapidez de una mano a otra. Dos hombres vestidos con traje chaqueta surgieron de una cantina cercana, precedidos de un matarife cualquiera con la cara partida y el alma condenada. Fibonacci se aseguraba de tener apuntados con claridad los datos de los familiares de aquel vulgar matón que se había cruzado en su camino. Cleruccio nunca miraba a los ojos a nadie. Con la testa gacha, calculaba la muerte de sus enemigos lentamente. Había aprendido a obviar el romanticismo de un asesinato bien hecho, lo que le daba más tiempo para cometer otro crimen. La corbata firme en la pechera sugería la rectitud de aquel guerrero y la de su hermano. Nada los detendría. Doc ya lo había comprobado.
Aquel escenario era tan bueno como cualquier otro para ajustar las siguientes jornadas de su particular guerra. Unas calles torcidas. Unas ventanas de vidrio deslustrado por la pena de quienes miraban a través de ellas. Y una luz anodina tintineante en lo alto de la farola favorita de “The Ripper”. Bajo aquel foco aparecieron tres nuevas sombras. Se habían encontrado por casualidad, y lo detestaban. Pero dado que el destino era el mismo, habían sugerido divertirse un poco antes de llegar al concilio. Con las ropas rasgadas llegaban BoNe, Bandutti y Poscrito. El primero divertía a los otros dos con la meticulosidad de sus movimientos en combate. Todos perros viejos insultando a la juventud de su espíritu. Poscrito torcía la boina que le cubría una fea cicatriz dibujada al recibir una y otra vez el mismo golpe… Y eso le gustaba. Clamaba venganza, y sabía que éste era el lugar adecuado para llevarla a cabo. Bandutti miraba con asombrados ojos al elenco de fieles guerreros que tenía a su alrededor.
- ¿Empezamos ya? – Una voz partida salió de la izquierda del Doctor. Allí, perdido; Lex masticaba un cigarrillo al tiempo que comprobaba que la hoja de sus puñales estuviera bien afilada. La empuñadura representaba dos dragones arcanos que se cerraban perfectamente sobre sus nudillos constituyendo una prolongación de sus manos.
- Es pronto – casi como un susurro, la voz ronca del anciano surgió lentamente aplacando toda réplica.
Una túnica negra zanjó la inquietud generada tras la contestación del capo. Aquel bastón de mago hechizaba a sus aliados, los envolvía en una tranquilidad que tal vez por ser ficticia, los reconfortaba aún más. Fistandantilus Majere asintió levemente y el anciano le devolvió el saludo. Una risa sardónica templó la maldad de su alma ayudándole a mantenerse en pie. Consumido, quería pensar que aquella era su última contienda. Aunque tantas veces había postergado su bajada a los infiernos que no creía ya ni que allí le admitiesen.
Una petaca de Whisky se desveló tras Kalua que de forma automática apuntó la frente del aparecido. Al tiempo otra pistola viajaba desde el maxilar inferior, pasando por la silueta del vómer nasal hasta alojarse en la abertura infraorbitaria. Le gustaba disparar cerca de la arteria angular. Sabía que sus balas envenenadas acabarían con su víctima incluso si esta conseguía aferrarse al purgatorio. Maldito purgatorio en el que él se encontraba. Leo guiñó un ojo a su camarada que bajó la parabellum al instante, no sin mostrar un claro gesto de desagrado hacia las malas formas de aquel aprendiz de borracho.
Faltaban pocos…muy pocos. Pasados unos minutos, Hitman y Gangsterson aparecieron cordiales, saludando a todos sus compañeros, y obteniendo tan variopintas respuestas como vidas se encontraban alli. Hitman ajustaba el silenciador de su 9mm, y Gangsterson reía gustoso con Leo, comentando algo sobre un evento deportivo al que habían asistido juntos. Doc miró de reojo donde Will había estado dibujando círculos con sus espadas, y advirtió complacido el surco que ahora había bajo la punta de sus herreruzas. La adrenalina traspasaba su piel, entrecortándole la respiración y llevando al ridículo el significado de pulso parvus. Justo cuando imaginaba a su compañero más agresivo en medio de un envite surgió aquél que seguramente rivalizaría con su locura. Tuvo que alzar unos centímetros Ragnarok para que la bala no se alojase en el hueco dejado por su amputado brazo. Luca llevaba colgada a la espalda una vieja hacha de batalla, y aferraba con fuerza un fusil de asalto. Toda su vestimenta era un anacronismo, y disfrutaba con ello. Se acercó y dio un cálido abrazo a su amigo, seguido de un particular saludo a los demás reunidos. Un aprendiz de Jatori se sumó al grupo unos segundos después, demasiado dormido como para sacar a relucir su poder. El ambiente se crispaba asustado de la rapidez con la que tantas almas manchadas ocupaban un espacio tan reducido.
Todos observaron como a lo lejos una limusina alargaba su carrocería en lugar de moverse hacia ellos. De una de las interminables puertas salió Franklopez, con un sombrero de copa cubriendo las intenciones y mostrando respeto a la misma vez. Se cruzó de brazos a sabiendas de que era el último en llegar, y aquello lo hizo sentir como un auténtico gángster de los perdidos años 30.
Un conjunto de miradas inteligentes abrumaban al Doctor. Se mesó la incipiente barba buscando las palabras adecuadas para aquel compendio de asesinos.
- Estamos contigo Doc – la voz firme de Cleruccio sobresalió del silencio fantasmal de aquellas calles.
- Siempre lo hemos estado – Luca apoyó su mano sobre el hombro herido.
- Sólo dame algo que matar – Will miraba fijamente el suelo. Una mueca de ansiedad generaba una distancia de forma involuntaria con sus camaradas.
- Estoy contigo viejo – Leo sonrió.
Poco a poco todos fueron sumándose al aliento que le faltaba al guerrero.
- No nos vencerán. Hemos viajado demasiado como para no soportar insultos y calumnias. Nosotros actuamos en las sombras camaradas, no lo olvidéis. Digan lo que digan nuestro trabajo es disfrutar de esta campaña. Saben que si no fuera así yo ya me habría retirado a una buhardilla de París a ver pasar los años con mi añorada compañera. – se tomó una pausa forzada para reconducir sus pensamientos.- No tenéis nada más que mirar los números de la misma, hacer un antes y un después y tendréis vuestra respuesta. Se que tanto Dubi, como Gangsterson, como LadyPoe no han podido participar de esta guerra como querrían, pero no por ello no están presentes en nuestras fuerzas- giró rostro hacia Lex que se había adelantado.
- ¿Cómo está nuestra sub-capo? - Le espetó rapidamente.
- Me ha hecho llegar palabras de orgullo y alabanzas hacia ustedes.- reía por lo bajo a pesar de sus años.
- Eso espero – Kalua esperaba impaciente la resolución de todo aquello.
- Como iba diciendo, obvien la palabrería y cualquier enfrentamiento inútil. Ignoren las acusaciones y demás tretas. Disfruten de la guerra amigos- el ánimo del doctor se pausaba con su debilitada alma por las tres batallas ya cumplidas satisfactoriamente y el nuevo acoso al que se veía sometido.
- Esta noche me he cobrado un cadáver. Necesito otro amigo. Dame otro objetivo. Necesito sangre ya. – todos miraban asustados a William. Éste les hizo un gesto con el cuello y tras hablar por lo bajo con su capo… se introdujo en las sombras de las que nunca saldría.
- ¿Así que has venido a recordarnos porqué luchamos capo?- Franky acariciaba un maletín que jamás abandonaba cuando salía de su villa. – Bueno eso ya lo sabía hombre. Confía en mis chicos. – Giró la esquina y tomó de nuevo el automóvil que le estaba esperando.
- ¿Se supone que te tenemos que mostrar fidelidad o lealtad uno a uno? – Kalua paseó por delante del guerrero hasta estrechar su mano. – Cuenta con las balas de este cargador. Serán más que suficientes.-
Y por primera vez en toda la noche aquella extraña reunión rió divertida. Sus carcajadas cansadas disiparon la neblina que los cubría, y al grito de “Shirak!”, una luz blanca los envolvía placidamente a todos.
- Nunca he perdido una guerra. – contestó distraído Majere mientras observaba el brillo de su bastón. – ¿Ya conoces los efectos de la inmortalidad no Doctor?
Más risas. Si alguien hubiera aparecido en aquel momento incluso podría haber llegado a aventurar que se trataba de una cordial reunión. Hasta que alguien hizo la pregunta que todos esperaban.
- ¿Dónde están nuestros ninjas de élite? – Lex se mordisqueaba el labio impaciente de una respuesta alentadora.
- Lejos compañero. Muy lejos – El rostro del viejo se ensombreció.
- Nunca hemos luchado sin ellos – Luca fruncía el ceño esperando una sola contestación.
- No caerán. No sin presentar batalla. Rokurota está siendo extorsionado y maltratado hasta la extenuación. Braso no lo ha soportado más. Sólo espero que cuando regresen, sea capaz de refrenar su furia con mis palabras. – claramente se le veía preocupado.
- Lo que está por llegar que lo decida el destino amigo. Yo por mi parte pienso divertirme… ¿verdad hermano?- Cleruccio y Fibo salieron del círculo comentando sus nuevos objetivos.
BoNe se disculpó por no poder soportar tantos golpes, y la mano cálida del capo le reconfortó para seguir en la reyerta hasta las últimas consecuencias.
- Me gustaría mostrar ese ánimo pero… - sus ojos bajaban lentamente.
- Nadie ha terminado una frase así en mi presencia. – Bandutti golpeaba amistosamente al ofuscado guerrero hasta hacerle entrar en razón.- ¡Vamos!
- Bueno Doc, si nos disculpa creo que tenemos trabajo que hacer. – con una educación extrema Gangsterson y Hitman también largaban sus pasos lejos del decreciente grupo.
Leo alzó la petaca hacia Luca. Kalua la agarró de soslayo y los tres entraron discutiendo en la taberna más cercana. Poscrito mostró sus respetos a su capo, y también abandonó la escena. Dubi siguió durmiendo en un rincón de la callejuela que cruzaba con aquel claro. Lex avanzó pensativo hacia la farola, y de un golpe certero cortó de cuajo el triste metal que la mantenía en pie.
- No soporto que esta luz se mezcle con la del bastón. – y se marchó refunfuñando y arrastrando el pesado “trofeo”.
El Túnica Negra y el Doctor intercambiaron un silencio de complicidad. Las arenas del tiempo no corrían en su contra. Ambos lo sabían. Tantas batallas a sus espaldas contra grandes rivales hacían de aquello un trámite más por el que pasar. Una muesca más con la que entristecerse.
- ¿Al menos estarás disfrutando no? – el mago tosía cansado de tanta palabrería.
- No lo sabes tú bien. – Con el brazo sano se ajustó los anteojos y aferró fuertemente Ragnarok.
- Sí. Si que lo se. – Sonrió por última vez y exclamó: “Dulak!”
La oscuridad lo envolvió todo. Majere se perdió entre las tinieblas, mientras el doctor disfrutaba con el recuerdo de una vieja radio que lo esperaba todas las noches en Paris.
No hay comentarios:
Publicar un comentario