El horizonte escondía una sombra más allá de donde alcanzaba la vista del Doctor… aunque sabía que estaba allí. Apretando los párpados y cubriéndose la frente, sus arrugas dibujaban un insulto de cansancio en su rostro. Tanto caminar iba a terminar por matarle. Su tiempo expiraba, y aún así había sacado las fuerzas de sus tristezas pasadas para alimentar su último tránsito. Se lo debía a sus camaradas. Y por ello se encontraba allí, en el borde de eleven city al encuentro de una figura escondida en las grietas de la desvencijada construcción limítrofe.
Algo cambio a sotavento, indicándole la posición de un personaje distinto, que no esperaba ver tan pronto. Un largo bastón se apoyaba en su nuca, acariciando ladinamente su bulbo raquídeo. Un solo movimiento sería fatal. Mas el anciano nunca perdía la calma, no en aquella tesitura.
- Me alegro de veros chicos. – una sonrisa asomaba de su labio partido.
- Estás lento, muy lento Auron. – Braso se ajustaba los anteojos al tiempo que retiraba su arma del cuello del doctor.
- No me queda mucho aquí amigo. He de administrar el ánimo con suma cautela. – Se giraba y hacía una ligera reverencia con la espada, un gesto que había aprendido de sus antepasados, y que más que estrechar lazos, ponía sobre aviso a su acompañante de que aquella hoja tanto podía luchar a su lado como traspasarlo – Además, ya no soy Auron. Aquella época pasó. No tengo ni la mitad del espíritu que hacía brillar Ragnarok bajo la luz de la luna. Ahora soy un no muerto, llámame Skellington.-
- Lo que tu digas – una katana sedujo al viento para que la transportase en silencio hasta su frente.-
- ¿Siempre tenéis que darme este recibimiento verdad? – reía casi por compromiso, no era cómodo encontrarse entre aquellos dos ninjas olvidados.
- No ha sido un viaje fácil llegar hasta aquí viejo. Onimaru necesita vengar muchas palabras. Demasiadas como para permanecer en silencio. – Rokurota envainaba la hoja ancestral y mantenía la mirada fija en su capo.
- Dicen que soy Inmortal, y han venido de las profundidades ha llevarme con el Oogie-Boogie amigos. Creo que nos vamos a divertir. – ahora sí reía gustoso.
- Yo no tengo nada que reír. La única sonrisa la marcará mi espada en sus cuerpos. Ya he soportado suficientes golpes mientras no podía moverme. No pienso dejar respirar a ninguno de mis enemigos. El aire es un bien demasiado preciado como para concederlo, y no está en mi agenda nada que no sea vengar a mis camaradas. – era la ocasión en la que más palabras le habían escuchado decir a Rokurota. Braso y Doc se miraban perplejos ante la tensión del ninja. – Pierdo el tiempo con vosotros dos. Traeré cadáveres amigo, para que te los lleves a tu inframundo. – Txerra bajó levemente la cabeza y siguió su camino sin intercambiar un gesto más.
Braso luchaba por dominar un tic nervioso mientras jugueteaba con el bastón. Su piel quemada apenas dejaba ver que se le pasaba por la mente a su compañero. Pero conociéndole tan bien como lo hacía Doc, nada bueno.
- Así que habéis vuelto.- el anciano daba la espalda confiado. Acto seguido desenvainó Ragnarok siguiendo el eje de su cuerpo y poniéndola paralela a su espalda para frenar el golpe de bastón que le propinaban.
- Sólo quería comprobar que no pensabas en dejarte morir. – Braso se esfumó tan rápido como había aparecido y dejó una sensación agridulce en el maltratado recuerdo del doctor.
Quedaba poco para bajar a los infiernos, e iba a echar de menos a aquellos malditos locos.
Algo cambio a sotavento, indicándole la posición de un personaje distinto, que no esperaba ver tan pronto. Un largo bastón se apoyaba en su nuca, acariciando ladinamente su bulbo raquídeo. Un solo movimiento sería fatal. Mas el anciano nunca perdía la calma, no en aquella tesitura.
- Me alegro de veros chicos. – una sonrisa asomaba de su labio partido.
- Estás lento, muy lento Auron. – Braso se ajustaba los anteojos al tiempo que retiraba su arma del cuello del doctor.
- No me queda mucho aquí amigo. He de administrar el ánimo con suma cautela. – Se giraba y hacía una ligera reverencia con la espada, un gesto que había aprendido de sus antepasados, y que más que estrechar lazos, ponía sobre aviso a su acompañante de que aquella hoja tanto podía luchar a su lado como traspasarlo – Además, ya no soy Auron. Aquella época pasó. No tengo ni la mitad del espíritu que hacía brillar Ragnarok bajo la luz de la luna. Ahora soy un no muerto, llámame Skellington.-
- Lo que tu digas – una katana sedujo al viento para que la transportase en silencio hasta su frente.-
- ¿Siempre tenéis que darme este recibimiento verdad? – reía casi por compromiso, no era cómodo encontrarse entre aquellos dos ninjas olvidados.
- No ha sido un viaje fácil llegar hasta aquí viejo. Onimaru necesita vengar muchas palabras. Demasiadas como para permanecer en silencio. – Rokurota envainaba la hoja ancestral y mantenía la mirada fija en su capo.
- Dicen que soy Inmortal, y han venido de las profundidades ha llevarme con el Oogie-Boogie amigos. Creo que nos vamos a divertir. – ahora sí reía gustoso.
- Yo no tengo nada que reír. La única sonrisa la marcará mi espada en sus cuerpos. Ya he soportado suficientes golpes mientras no podía moverme. No pienso dejar respirar a ninguno de mis enemigos. El aire es un bien demasiado preciado como para concederlo, y no está en mi agenda nada que no sea vengar a mis camaradas. – era la ocasión en la que más palabras le habían escuchado decir a Rokurota. Braso y Doc se miraban perplejos ante la tensión del ninja. – Pierdo el tiempo con vosotros dos. Traeré cadáveres amigo, para que te los lleves a tu inframundo. – Txerra bajó levemente la cabeza y siguió su camino sin intercambiar un gesto más.
Braso luchaba por dominar un tic nervioso mientras jugueteaba con el bastón. Su piel quemada apenas dejaba ver que se le pasaba por la mente a su compañero. Pero conociéndole tan bien como lo hacía Doc, nada bueno.
- Así que habéis vuelto.- el anciano daba la espalda confiado. Acto seguido desenvainó Ragnarok siguiendo el eje de su cuerpo y poniéndola paralela a su espalda para frenar el golpe de bastón que le propinaban.
- Sólo quería comprobar que no pensabas en dejarte morir. – Braso se esfumó tan rápido como había aparecido y dejó una sensación agridulce en el maltratado recuerdo del doctor.
Quedaba poco para bajar a los infiernos, e iba a echar de menos a aquellos malditos locos.
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