Capítulo 5: Un puñado de kunais
Un letargo de hojas secas bailaba en la puerta de madera. El viento las hacia danzar de forma caprichosa, levantándolas unos metros en su afán por volar, para más tarde lanzarlas contra el suelo. El otoño se acercaba a five city, y sin duda alguna, aquél páramo era la antítesis de la frenética actividad de la urbe. Un grupo de Shinobis realizaban ejercicios rutinarios con sus katanas. Moldeaban chakra, aprendían a fabricar reemplazos y el uso de los shuriken y kunai. Era una mañana como otra. Un día que se levantaba ingenuo, perezoso, sin siquiera imaginar la importancia que iba a adquirir para el futuro de five city. Sus chalecos estaban marcados con una doble H. Rendían culto a una profecía de origen difuso, salvavidas de mercenarios sin hogar. Se encargaban de alimentar y cuidar el cuerpo entumecido de su líder. Confiaban en que su despertar les llevaría a la gloria, epopeya de parias ninjas. Y fue entonces, en mitad del entrenamiento, cuando un sonido a chatarra les hizo esconderse tras los árboles más cercanos. El ojo humano hubiese sido incapaz de notar la diferencia con el terreno. Espiaban con total naturalidad, rasgando el significado de camuflaje por las costuras. Más aquél no era un ojo humano. El sensor de emisión de CO2 y calor, pronto dio con la localización de los shinobis.
- No debéis temerme enclenques humanos. Soy un bot de reconocimiento, y mi capacidad ofensiva sólo alcanza para terminar con tres de vosotros. No es rentable entrar en combate. – Una voz timpánica y opaca rebotaba en sus oídos. Le observaban con cautela, agazapados en sus escondites, con las manos apretando los kunai con fuerza. Uno de ellos decidió salir al claro y hacer frente al desconocido.
- Nuestra orden espera una explicación sincera por esta intrusión en territorio sagrado. Abandone esta ruta si valora algo su vida. – alargó la katana hacia el cuello formado por cables entrelazados.
- Estúpido humano. Tu metal no es rival para esta aleación. – mostró orgulloso su revestimiento. – Además, no he venido a perder el tiempo contigo. Estoy buscando a aquél que aparece en la falsa profecía. Aparta de mi camino. – movió un brazo lentamente, y el ninja fue arrodillándose contra su voluntad. Se retorcía en el suelo perplejo por lo que sucedía. Su cuerpo se negaba a responder a sus órdenes, encogiéndose paulatinamente. El androide fue avanzando ante la mirada asustada de sus rivales. Un ruido sordo, le llevaba hacia la puerta entreabierta.
Sus pasos se detuvieron ausentes de sentimiento. La totalidad de hombres
que acompañaban la escena, estaban bloqueando el camino con sus katanas. Los filos temblaban por su inexperiencia en combate, más su determinación era digna de ser vista. El bot analizó tranquilamente la situación, y miró de soslayo a sus oponentes. Era incapaz de elaborar una sonrisa, pero si hubiera podido les habría perdonado la vida con un gesto. El sol le rebotaba en su armadura metálica, dándole un aspecto amenazador. Aquellos shinobis defendían una causa imposible de creer. Sus vidas desde ese instante pasaron a tener fecha de caducidad marcada.
- Volveré con alguien que jamás querríais conocer. Ir despertando al que hace llamarse HH, y más vale que esté dispuesto a cooperar o será exterminado.
Giró sobre sus pasos, dejando un grupo de hombres perdidos de convicción. Su futuro dependía de una entrevista entre aquél que jamás habían escuchado y adoraban, y el acompañante bot. Un escalofrío recorrió la punta de todas las espadas, aprendiz de premonición.
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