Sonia saltaba de un lado a otro disparando nerviosismo. La indiferencia de Lorena (nuestra niña vieja) hacia todo aquel que no fuese JC, se estaba convirtiendo en una constante sin regresión y sin lineal. Moby Dick y un estudiante disecado, terminaban de acompañar al todavía apesadumbrado Aure.
La niña pirata de ojos esmeralda se sentó junto a él, y le miró como lo haría un pingüino islandés sin permiso de residencia. Es decir, con la cara de aquél que sufre una intoxicación leve por anfetaminas. Estaba tan tensa que si no empezaba a hablar, pasaría al mundo REM que tantas veces la atacaba.
Sonia: Es tan emocionante... - Aure bostezaba sincero.
Lorena: Eso parece. -
Sonia: ¿Y usted quién es? -
Lorena: ........ - resignación.
Aure: Es una vieja cascarrabias, no le hagas caso Sonia. - un poco de orgullo debajo del gorro rojo.
Lorena: Tengo 19 años. Iros de MI mesa si sólo queréis molestar.-
Aure: ¿O qué? ¿Llamarás al bibliotecario? - el sólo nombrar a Juan Carlos, fue suficiente para que la niña vieja claudicara. Todavía pensaba en él.
Sonia: Aure yo sólo quiero contarte lo maravilloso que es Martin... - miraba directamente al estudiante disecado, con una mezcla de admiración y respeto.
Aure: Deberías olvidarle. Es lo mejor para todos. - pasó una hoja de sus apuntes, sin tan siquiera levantar la vista de las anotaciones que se amontonaban en los desordenados márgenes.
Sonia: ¡¿Pero cómo vamos a olvidarnos de Martin?! - sentía que pronto iba a caer dormida. - ¡Mírale! ¡Es un luchador! -
Martin: (gesto compungido y pensativo, una larga lista que memorizar por delante).
Lorena: ......- carraspeó.
Aure: Estoy de acuerdo anciana.-
Sonia no podia creer lo que escuchaba. Aure estaba derrumbado, perdido debajo de lana escarlata, y nadando entre boligrafos mordidos. Martin, aquél a quien tanto admiraba le había fallado, y por extensión él lo hacía con todos los demás. Se prometió no dejar que aquello avanzase, aún a riesgo de entrar en un profundo coma. No quería ver a Aure así de triste.
Sonia: ¡Martin está vivo! Por favor Aure, deja de lloriquear y escúchame... - cogió su mano, y un relámpago la atravesó.
Sintió que la desconectaban, y vio como el mundo volvía a desvanecerse justo cuando más necesitaba permanecer despierta. Docenas de imágenes de tantos ridículos sufridos durante su vida la llevaban a los brazos de Morfeo. El primer beso, las primeras caricias, su primera vez, su primera ruptura... todo iba precedido de un profundo sueño.
La rabia que sentía en aquellos momentos, contaminó la dulce melodía REM que la sacaba de escena. Apretó fuerte la mano del chico y sus ojos volvieron a abrirse.
¡Lo había conseguido! ¡Por fin escapaba de su prisión! Estaba exultante de alegría, mirando todo a su alrededor como si fuera el único superviviente de un accidente de avión. Tanta emoción terminó por sobrepasarle y volvió a dormirse. Un pequeño Oasis sin REM.
Lorena: Tienes unos amigos muy extraños.-
Aure: Son compañeros de biblioteca. Y se están volviendo bastante molestos con esto de Martin.- señaló con su boli al estudiante disecado.
Martin: (gesto compungido y pensativo, una larga lista que memorizar por delante).
Lorena: No veo el problema en que quieran sacarte de tu error. - seguía leyendo, muy interesada en las aventuras del capitán Nelson.
Aure: ¿Pero usted qué sabe? ¿No quiere que la dejemos tranquila?-
Lorena: Sólo cuando te reconcilies con tu amigo ellos dejarán de molestarme.
Aure: No puedo reconciliarme con un muerto.
Lorena: No lo está. - levantó la vista hacia Martin.
Martin: (gesto compungido y pensativo, una larga lista que memorizar por delante).
Aure: Pruébelo.- la miró desafiante.
Lorena: No soy yo quién puede hacer eso. Está en tu mano creer en ti mismo. - un halo verde la envolvió, aprendiz de Jedi.
Aure: Mire.- cogió un papel, lo arrugó, y con fuerza, lo lanzó hacia la cabeza de Martin. La bola de celulosa realidad rebotó cómicamente contra el estudiante disecado y cayó en la mesa.
Lorena: Mira.- cogió un papel, lo arrugó, y con la fuerza de una persona anciana, lo lanzó hacia la cabeza de Aure. La bola rebotó contra el gorro, cayendo cerca de su predecesora. El chico las miró decepcionado. Sin embargo, no cejó en su empeño.
Aure: Oye Martin, resuélveme este problema de matrices encadenadas. - puso un folio justo debajo de la mirada del estudiante disecado.
Martin: (gesto compungido y pensativo, una larga lista de matrices que resolver por delante).
Lorena: Oye Aure, tradúceme este texto al japonés, que he de entregarlo en unos días en la escuela de idiomas. - Pasó otro folio hacia el chico que tenía delante. Una suerte de paralelismo se cruzaba entre la mirada de Martin y Aure.
El estudiante de gorro rojo no terminaba de entender el porqué tanto interés en su decepción. Sólo conseguían recordarle una y otra vez, la imagen de Martin en el suelo, inerte, quimérico. Deseaba escapar de tanta intromisión gratuita.
Aure: Será mejor que me vaya a otra mesa.-
Lorena: ÉL volverá a sentarse a tu lado. Es lo que tienen los amigos, que son leales a pesar de como se den las cosas. - otra sentencia más. Sólo le faltaba el mazo y la toga para ajusticiarles a todos.
Aure: ¿Usted vio lo que sucedió? - sabía que se arrepentiría de nadar entre los recuerdos del día anterior.
Lorena: Todos lo vimos. - hizo un círculo invisible con el dedo, englobando a los estudiantes que aún resistían a las llamadas del té de media tarde. - Martin cayó al suelo con poco estilo, es cierto, pero supo esperar la ocasión, era un ataque poco estudiado y con ninguna posibilidad de éxito.
Aure: Esto es absurdo. ¿Usted también va a intentar convecerme? -
Lorena: Yo...-
Un grito demencial los sacó a todos de su letargo. Incluso Sonia despertó con el alarido. Las cabezas se volvían hacia la entrada de la biblioteca, donde un enajenado Juan Carlos tocaba los tambores de guerra. Él y Luis Eduardo se habían pintado el rostro a dos colores. William & Wallace.
Luis Eduardo había decorado con plumas de palomos una de sus dos famosas bicicletas, y montaba orgulloso en ella. JC seguía gritando alternando agudos y graves, recién salido de las Montañas Rocosas.
JC: ¡Vamos Conrado! ¡No podemos fallar! -
Luis Eduardo: ¡No podemos no!-
Aure se había acercado a ellos con incredulidad. Sabía que no había nada que hacer por JC, pero no entendía que hacía el chico del corrector dental bizarro envuelto en plumas de palomos y con la cara pintada de azul y blanco. Los demás ya habían cerrado los libros, esperando alguna actuación como la del día anterior. Otro nuevo e improvisado circo.
Aure: ¿Qué se supone que estáis haciendo?
JC: Terminar el plan que ayer inició Martin.
Luis Eduardo: Yo no lo sé, pero me parece divertido pintarse la cara.- sonreía por defecto.
JC: ¡Conrado céntrate por Dios! ¡No vuelvas a echarlo todo a perder! - seguía tocando unos timbales imaginarios.
Luis Eduardo: ¡Yo me centro! Pero es que a veces cuando me lo paso bien me distraigo. - volvía a sonreir encogiéndose de hombros.
JC: No hay lugar a la distracción Conrado. Sólo tendremos UNA oportunidad. Si fallamos, volverás a cargar con toda la responsabilidad, como en Laos'84. - mirada cetrina.
Luis Eduardo: Yo no quiero que eso pase.
Aure: Chicos, no se que pretendéis, pero dejadlo de una vez. - les dio la espalda para volver a su asiento. El resto de asistentes esperaban impacientes a que algo sucediera.
Luis Eduardo: Quizás debemos dejarlo para otro día. Ya nos hemos disfrazado, y ha sido divertido.- hizo un amago de bajar de la bicicleta que Juan Carlos frenó con su dedo acusador.
JC: Llegaremos hasta las últimas consecuencias maldito bastardo.
Luis Eduardo: No me gusta que me insultes.
JC: Ni a mi. Demuéstrame que el verdadero Conrado camina conmigo, y no me volveré a ver obligado a hacerlo.
Luis Eduardo: Pues lo intentaré. Vale, hagámoslo.-
Juan Carlos volvió a tocar los timbales mientras danzaba de forma enfermiza alrededor del chico que montaba la bicicleta emplumada. "Ha-hwook-ha-hei" repetía una y otra vez. Las manos de Luis Eduardo se aferraban al manillar, dispuesto a lanzarse contra su objetivo. Conocía la señal, y había pasado a esperarla ansioso.
Lorena: ¡Esperad! - la niña vieja se había unido a la pareja de escoceses de biblioteca.
JC: ¡Usted! -
Lorena: Ha-hwook-ha-hei comandante.- Un brillo enfermizo salió de sus ojos. Por primera vez aparentaba los 19 años que verdaderamente tenía. Juan Carlos la observó fugazmente, con una devota atención. Embelesado y en un estado de éxtasis, hizo más profundos y guturales sus cánticos. Perdido en un instinto arcaico, el baile que rodeaba a Luis Eduardo comenzaba a ser demasiado intenso. Había que empezar antes de que todo se complicase más.
Sonia: ¡No sin mi! - la joven pirata había cogido unas ceras de la zona dedicada a los preescolares, pintándose toda de verde esmeralda. - Soy la única que comprendió el mensaje de Martin. ¿Recuerdas Juan Carlos? No puedes hacerlo sin mi.-
JC: No quería involucrarte. Es muy arriesgado, y puedo asumir el perder a Conrado, pero no a nadie más.
Luis Eduardo: ¡Yo no quiero perderme!
Lorena: Ha-hwook-ha-hei Conrado. ¡Valor! -
Aure daba la espalda a todo. Sentado en su sitio, miraba de reojo a Martin, deseando que sucediese algo que sabía imposible. Volder y Rex se mofaban del cuadro que formaban aquellos locos en la puerta de la biblioteca. Paris luchaba por no moverse de la silla.
Sonia: Recordad lo que dije ayer a la salida. Seré yo quien lleve a Martin. -
JC: Pero... - su rostro blanco y rojo se pintaba de decepción.- Yo NECESITO demostrarle a Aure que se equivoca. Es una cuestión de honor.
Lorena: Llegará su momento comandante, estoy con la corsaria.- de nuevo palabras sabias.
JC: Es usted una caja de sorpresas señorita.- asintió y se descubrió ante la joven.- Está bien. Empecemos.
Ambos cómplices de la locura, arengaron a Luis Eduardo mientras Sonia corría hacia Martin. Los timbales resonaban de fondo entre la expectación general. La corsaria llegó al asiento del estudiante disecado y comenzó a moverlo hacia Rex sin levantarlo de la silla. El joven postmoderno de gafas verdes esperaba otro esperpento para zanjar la tarde. Una nueva estupidez de la que poder hablar de vuelta a casa. Aure escondía los ojos en el gorro rojo, muerto de vergüenza.
Juan Carlos: ¡Vamos Conrado vuela como el viento! ¡¡Vuela Libre!! ¡Piensa en nuestros compañeros caídos en Uzbekistán! -
Lorena: ¿Estuviste también en Uzbekistán? - le miraba perdida.
JC: Es posible.-
Lorena: Oh.-
Juan Carlos: ¡Ataca pequeño gorrión sin alas! - empujó la bicicleta emplumada.- ¡Barbitúrico mal ingerido por un castor sin esófago! ¡Vas a morir! - señaló a Rex, mientras Luis Eduardo se lanzaba hacia él, recorriendo el pasillo a gran velocidad.-
Lorena: ¡Ha-hwook-ha-hei Conrado! -
El chico de corrector dental bizarro iba perdiendo plumas con cada pedalada. Pasó como un relámpago dejando a Aure a un lado, que miraba temeroso la escena. Apenas 30 metros lo separaban de su objetivo.
Sonia corría al mismo tiempo llevando a un petrificado Martin hacia Rex. Las modernas gafas verdes ya reflejaban al estudiante disecado. Aferraba su portátil con el proyecto que llevaba tiempo desarrollando para una empresa informática en plena ejecución. Paris se alejó instintivamente de la catástrofe. Volde se alisaba el pelo graso en la otra esquina de la mesa. Pero nadie perdía detalle de lo que estaba a punto de suceder.
Juan Carlos: ¡Es el momento! ¡Vuela como el viento Conrado! ¡Ha-hwook-ha-hei! -
Luis Eduardo hizo chocar la bicicleta contra la esquina de la mesa situada justo antes de la del informático. Soltó el manillar y salió propulsado hacia él, mientras pensaba en lo divertido que estaba siendo todo aquello.
En el tiempo que Luis Eduardo volaba, Sonia había enfrentado a Martin con Rex. Susurró algo al oido del estudiante disecado, mientras el chico palomo pasaba sobre ellos. De pronto, todos los corazones dejaron de latir. Rex soltó el portátil que con tanto celo protegía por no poder siquiera bombear sangre a sus manos. Volde permanecía con las manos pegadas en el pelo. Paris torcía el cuello, intentando convencerse con otro ángulo de lo que estaba viendo. Aure esbozó la sonrisa más sincera que jamás había sentido en sus labios.
Juan Carlos y Lorena se abrazaban con una inusitada pasión. Luis Eduardo cogía con su mano izquierda el portátil, descendiendo hacia la pared que ponía fin a la biblioteca. Sonia dormía plácidamente, con la imagen de Aure feliz danzando en sus sueños. Y Martin...
Martin había abierto los ojos y miraba atentamente a un Rex congelado de terror. Los guiñó un par de veces antes de volverlos a cerrar. Justo en el momento que Luis Eduardo chocaba contra la pared, usando como protección el portátil que saltaba destrozado en mil pedazos. Juan Carlos corría hacia ellos eufórico.
Juan Carlos: ¡Si! ¡JAJAJA! ¡Conrado ha muerto! - Luis Eduardo se levantó sosteniendo la pantalla de plasmas que se había separado del teclado. Un gran moratón había aparecido en su frente blanquiazul.
Luis Eduardo: ¡No he muerto!-
Juan Carlos: ¡Oh! - se paró en seco.- ¡¿Sigues vivo?! - atónito contemplaba al joven emplumado.
Luis Eduardo: ¡Si! ¡¿No es genial?! - sonreía muy satisfecho de lo que había hecho.
Juan Carlos: ¡No! ¡No lo es! - reflexiónó en silencio mientras Rex seguía mirando atónito a Martin.- Al menos hemos jodido al comunista bastardo éste. - se dio la vuelta con ceremoniosidad y se fue directo a estrechar la mano a Aure.
Éste estaba exultante. ¡Martin estaba vivo! ¡Lo había visto! ¡No había lugar a dudas!
Paris miraba a Sonia. Al parecer la chica pirata sabía algo que nadie había entendido antes del estudiante disecado. Su gesto relajado entregado a Morfeo lo confirmaba. Se alegró de que alguien asi se preocupara de Aure. De alguna manera la locura había puesto todo en orden de nuevo. Rex salió del estado de shock al fin.
Rex: ¡Qué! ¡¡¿Pero que habéis hecho idiotas?!! - el portátil se desangraba a unos metros, con un distraído Luis Eduardo que intentaba volver a montarlo en vano. - ¡Mi trabajo! ¡No lo tenía en ningún otro disco duro! - se levantó furioso dirigiéndose hacia el pobre Luis Eduardo, dispuesto a darle una buena paliza. Un par de figuras se interpusieron al instante. Aure y JC protegían al chico que esperaba con sumisión los golpes.
Aure: Nunca nadie más volverá a ponerte una mano encima Luis Eduardo.- miraba con agresividad a un Rex no TAN decidido.
Juan Carlos: Conrado es débil. Enfréntate a mi, valiente copia Wachowskiana.- puso su dedo índice sobre la frente del joven, que lo apartó con violencia y les ladró con fiereza.
Rex: ¡Mañana no estarás aquí loco hijo de puta! ¡Pienso hablar con mi padre y te expulsarán de tu puesto! ¡Y tendréis que pagar esto! - se dio la vuelta, cogiendo su mochila y a una incrédula Paris, que no tuvo mas remedio que seguirle.
Lorena contempló a la pareja marchándose entre el asombro general. Aure y JC ayudando a Luis Eduardo, y su mesa de nuevo libre para poder leer con tranquilidad Moby Dick.
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